Mafer Alarcón

“¡No tengas OnlyFans! La pornografía es producto del machismo” … Y otras muchas mentiras

La lucha por desvanecer los estereotipos y desigualdades que el patriarcado ha confinado para las mujeres pareciera ha terminado, por momento, o se ha difuminado en la aparente modernidad.  Pero, mientras que en mujeres blancas seguimos encontrado descripciones como “carita de ángel”, en mujeres morenas encontramos cosas como “morena de fuego”, el capitalismo nos ha […]

Mafer Alarcón 07-03-2023 / 17:54:43

La lucha por desvanecer los estereotipos y desigualdades que el patriarcado ha confinado para las mujeres pareciera ha terminado, por momento, o se ha difuminado en la aparente modernidad.  Pero, mientras que en mujeres blancas seguimos encontrado descripciones como “carita de ángel”, en mujeres morenas encontramos cosas como “morena de fuego”, el capitalismo nos ha vendido a las mujeres de complexión europea como “el cuerpo de la elegancia” mientras que la complexión latina es de “curvas peligrosas”, y así un sinfín de caracterizaciones impuestas entorno al tabú de la virginidad.

Sin embargo, esto es solo una de las múltiples trampas del mismo sistema, como lo es el feminismo construido desde la blanquitud, este feminismo que desde lo soso y gris justifica la violencia a la mujer racializada. La falta de cuestionamiento nos hace caer en retóricas diseñadas para que la lucha se vuelva, no solo conformista, sino excluyente. Angela Davis decía que «los enfoques feministas nos hacen pensar en cosas juntas que están separadas ideológicamente. ¿Por qué pudimos pensar que sería posible lograr la liberación de las mujeres dejando atrás a las mujeres indígenas, a las mujeres latinas, las mujeres islámicas, las mujeres asiáticas?», Ángela siempre tuvo razón; pensar la liberación desde la estructura separatista es una contradicción.

Partiendo de ahí, ¿cómo hemos podido pensar que libertad tiene que ir separada de la sexualidad por tanto tiempo? Sin duda, todas las mujeres nos hemos enfrentado al terror del sexo en diferentes aristas, desde la hipersexualización hasta el abuso sexual, y aunque hoy finalmente nos entra en la cabeza social que el abuso es cruel e inhumano y la norma está de nuestro lado, seguimos cayendo en cientos de otros errores: “¡No tengas OnlyFans!”, “la pornografía es producto del machismo”, “¡Subiendo esas fotos en tu Instagram tu misma te estas sexualizando!” … estas son frases ya tan repetidas que redundan en el cliché y de todo cliché hay que cuestionar su raíz, pues su repetición se vuelve norma.

Las golfas son negras

El patriarcado se ha esmerado en hacernos creer que existe una “buena mujer”, es decir, quien cumple con una secuencia de características que cuadren dentro de las necesidades de los hombres y sus privilegios, por tanto, la “mala mujer” será aquella que no cumpla. Es un principio sencillo, pero no simple, la doble moral sexual nos ha enseñado que existen dos clasificaciones para las mujeres: “las decentes” y “las golfas”, y su complejidad es tal que se debe de entender no solo dentro del machismo sino dentro del racismo y clasismo también.

Vamos por partes, hay que preguntarnos ¿por qué nos incomoda tanto que la mujer entienda, comprenda y promueva su sexualidad si somos “tan libres” y “modernos”? Desde el principio de los tiempos la trata de mujeres fue destinada para aquellas de piel oscura, aquellas que no merecían nada por haber nacido con más melanina. Mientras que estas mujeres –principalmente– indígenas y negras fueron arrebatadas de sí mismas, las mujeres blancas brillaron en sociedad convirtiéndose en el lujo casi divino de los hombres; y no, no vamos a revictimizar a ninguna de las dos aquí, pero es importante saber distinguir que el trabajo sexual, fuente del deseo y de “pecado” fue destinado a cierto tipo de mujeres, a aquellas que la sociedad más despreciaba y dejando una herencia conceptual absolutamente racista que al pasar de los años seguimos reafirmando.

Acá es importante hacer una distinción:  el sexo fue destinado para la mujer morena, pero el problema jamás ha sido el sexo sino los límites de los mismos hombres que en principio decidían a quienes violaban y vendían, y hoy nos dicen que quieren una princesa en el exterior y una perra en su cama, siempre poniendo el sexo en sus manos y a su exclusiva disposición. Ahí es dónde toma absoluta lógica el que no quieran que nos apropiemos del erotismo, porque significaría que nos estamos apropiando de nosotras mismas y eso es lo profundamente poderoso.

Hablemos de Erotismo

Sabemos que el sexo es un proceso natural para la vida, una reacción corpórea que responde a la química, a la biología y a la excitación; pero lo erótico va mucho más allá pues responde al deseo, a la incertidumbre y por supuesto la conceptualización. ¿Qué nos erotiza? Esa es la parte divertida, pero también la penada. O al menos lo es cuando la mujer es quien dispone.

OnlyFans no es la única plataforma que ha sido satanizada: la pornografía en todas sus presentaciones, la prostitución, el baile o incluso Instagram son criticados cuando la mujer los toma en su poder. La industria del entretenimiento abarca múltiples categorías: música, cine, comedia, entre otras; de la misma manera que la industria de los servicios: enseñanza, ingeniería, medicina y tantos otros, pero jamás son juzgados desde la misma lupa que aquellos que involucran erotismo, a pesar de venir de lo más natural e instintivo que tenemos las personas como lo es el sentido de apareamiento.

El otro día, un amigo y yo discutíamos la incomodidad alrededor del morbo, este morbo que nos da cuando vemos a una persona que claramente nos atrae físicamente, este morbo que en cuestión de segundos nos puede erizar la piel, desviar la mirada y quitar el aliento; cuando una lo piensa así resulta vigorizante, pero, entonces ¿por qué no podemos sentirlo de esta manera al momento? La realidad es que no nos sentimos con derecho a ser deseadas porque no nos lo han permitido, debería de ofendernos porque “si me piensa para tener sexo significa que no valgo para nada más, ¿cree que soy una cualquiera?”.

Nos compramos el discurso pero eso no es culpa nuestra, han sido décadas las que nos han martillado hasta el cansancio el “¿y cómo ibas vestida?” para hacernos creer que la falta de límites en los hombres es nuestra responsabilidad, el “qué vulgar” para llenarnos de aspiracionismo ante modelos de belleza utópicos y alejados de nuestra realidad, el “lo fácil nadie lo quiere” y “le saliste barata” para remarcarnos desde el clasismo que nuestro valor se reduce a cuán difícil es estar entre tus piernas como si en ningún momento tuvieras derecho a la satisfacción.

Y sí, nos repetimos la falacia de salvadora doblemoralina de no fomentar que seamos un objeto de consumo cuando, en primera instancia, todes sin importar el contexto somos objeto tal al estar dentro de una sociedad de consumo. Como si el sexo fuera el problema, nos compramos esta adaptación de mierda de un ordinario “date a desear” ¡ah, pero ojo!, que no te deseen demasiado tampoco porque “¿acaso los quieres provocar?”. Así que no, tomar el poder de disfrutarnos eróticas, provocativas y sensuales no es patriarcal, por el contrario, es un acto profundamente revolucionario pues es la revolución interna a la que el sistema paternalista le tiene tanto miedo.

¡Ponte esa falda, masturbarte, coge, monetiza, sube esa foto! Reformular la industria del servicio y los medios, sabernos deseadas, observadas y merecedoras de sentir y dar placer es una revancha a la injusta historia que llamó golfas a las mujeres racializadas; porque dejar de sentirnos avergonzadas por provocar sensaciones con nuestras tantas formas de cuerpos y diversidades que se han empeñado en invisibilizar es una forma de romper a sentones las cadenas que nos dicen que no merecemos nuestra sensualidad.

Mafer Alarcón