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Mundial femenil: el periodismo juega sucio
En un escenario que prometía un paso firme hacia la igualdad de género en el fútbol, la Copa Mundial Femenina de Fútbol 2023, celebrada en Australia y Nueva Zelanda, ha dejado al descubierto las brechas aún existentes en la cobertura mediática y el tratamiento hacia las mujeres en el deporte. A pesar de una audiencia […]
En un escenario que prometía un paso firme hacia la igualdad de género en el fútbol, la Copa Mundial Femenina de Fútbol 2023, celebrada en Australia y Nueva Zelanda, ha dejado al descubierto las brechas aún existentes en la cobertura mediática y el tratamiento hacia las mujeres en el deporte. A pesar de una audiencia estimada de dos millones de personas, el entramado mediático ha demostrado su falta de compromiso y profesionalismo para erradicar la discriminación de género.
Desde semanas previas al torneo, las grandes potencias involucradas dejaron en evidencia sus prioridades al mostrar poco interés en promover el deporte femenino, resaltando únicamente los beneficios monetarios como motivo para su promoción. Las cifras destinadas a los derechos de transmisión fueron una burla en comparación con lo invertido para el Mundial masculino, revelando una desigualdad en el apoyo al fútbol femenino.
En Latinoamérica la situación no cambia, con una limitada oferta de transmisiones y una escasa promoción por parte de las empresas encargadas de estas. La argumentación basada en las diferencias horarias para justificar la falta de cobertura también evidencia el sesgo que prevalece en el tratamiento mediático hacia el fútbol femenino.
Pero los golpes no solo provienen de los conglomerados televisivos, sino también del «periodismo» deportivo que ha caído en narrativas sexistas y sensacionalistas. En lugar de centrarse en el talento y los logros de las atletas, se ha enfocado en la vida privada de estas mujeres, perpetuando estereotipos y confrontaciones innecesarias. Además, persiste la resistencia de algunos «profesionales» a utilizar términos respetuosos y no sexistas para referirse a las jugadoras, árbitras, entrenadoras y campeonas.
La cobertura mediática de la Copa Mundial Femenina ha evidenciado dos estrategias violentas que el patriarcado emplea en los medios: la espectacularización de las relaciones sexoafectivas y la condescendencia al utilizar términos como «guerreras», narrativas que despojan a las mujeres de su identidad y las reducen a estereotipos obsoletos.
Es fundamental abogar por una representación digna y respetuosa de las atletas en el fútbol femenino, eliminando el mito de la excepcionalidad y cuestionando las prácticas patriarcales arraigadas en el deporte. Además de exigir una cobertura equitativa y profesional, que destaque el talento y la pasión de las mujeres en el fútbol, sin caer en estereotipos ni reducir su valía al género.
La lucha por la igualdad de género en el deporte continúa, y el fútbol femenino debe recibir el mismo respeto, apoyo y reconocimiento que el fútbol masculino. No hay un solo argumento sólido que marque lo contrario. Las estructuras del patriarcado deben dejar de dominar todos los ámbitos, incluyendo el deporte.