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“Los micromachismos no son micro, son violencias cotidianas”

A lo largo de los años por todo el sistema estructural en el que nos hemos desarrollado, se nos ha educado a caminar sobre patrones, roles o estereotipos que, jerárquicamente, ponen a las mujeres siempre en un lugar inferior al de los hombres. Desde que nacemos, se nos asignan roles por nuestro sexo, si somos […]

Pamela Ortega Medina 09-03-2023 / 18:07:13

A lo largo de los años por todo el sistema estructural en el que nos hemos desarrollado, se nos ha educado a caminar sobre patrones, roles o estereotipos que, jerárquicamente, ponen a las mujeres siempre en un lugar inferior al de los hombres.

Desde que nacemos, se nos asignan roles por nuestro sexo, si somos mujeres usaremos vestidos, vestiremos de rosa, jugaremos a tener una casa, cocinar y querer casarnos para formar la “familia ideal”.

Si se nace hombre, tu papel en la sociedad está bien marcado y escrito, te encargarás de “ser el sustento” de tu familia, de trabajar, vivir una vida fuera de casa, una vida laboral más activa, más exitosa, y que en unos años tu esposa impulsará haciéndose cargo de la educación de tus hijos, de la comida, de los cuidados en general, sin recibir remuneración alguna claro, porque “eso es lo que le toca hacer”.

Hemos combatido esto durante los últimos años, hemos luchado para capacitarnos y educarnos entre nosotras para que ningún sistema que basa su estructura y jerarquía en la explotación de algunas y algunos, continúe reprimiendo nuestros sueños o vidas.

Es por eso que decidí hablarte hoy de los mal llamados “micromachismos” esas actitudes que tienen hombres y mujeres — porque la mayoría creció con una educación machista, lo cual hace que las violencias puedan ser replicadas por hombres y también por mujeres — esas actitudes, que se clasificaron en 1990 por el psicólogo Luis Bonino, quien se dedicó a hablar de estos comportamientos masculinos cotidianos que, limitan, fuerzan o coartan la voluntad de las mujeres, de forma sutil dentro de sus relaciones de pareja heterosexuales.

Él describió estas acciones como “pequeñas tiranías o violencias de baja intensidad, realizadas por los hombres para dominar a sus parejas.”

Son actitudes peligrosas por lo difícil de detectar, y al estar actualmente tan normalizadas por la sociedad.

Con el paso del tiempo, sabemos que los “micromachismos” ya no están únicamente relacionados con las relaciones de pareja, sabemos que pueden suceder en el espacio público, laboral, familiar, social, etcétera.

El problema de usar el prefijo “Micro” es que lo convierte en algo pequeño y, generalmente, lo pequeño se asimila con algo que tiene poca importancia porque es “chiquito”, cuando por naturaleza, estas conductas son violencias de alta intensidad, que llegan a ser extremadamente peligrosas por su cotidianidad e imperceptibilidad.

La persistencia y consistencia que adquieren estas acciones con el paso del tiempo generan un daño enorme, su cotidianidad muchas veces nos impide entender que estamos siendo víctimas de algún tipo de violencia.

Vayamos entendiendo un poco más, si bien, un “micromachismo” no es un ojo morado, una violación o un feminicidio, estas actitudes o conductas si forman parte de un sistema que involucra violencias mayores o extremas y muchas veces son una antesala a estas.

Nuestra primera impresión al experimentarlas es calificarlas como conductas que parecen “inofensivas”, sin embargo, cuando tienen una repetición sistemática pueden tener un efecto que nos destruye por completo, nos hace sentir feas, inadecuadas, inadaptadas, culpables, con miedo, inseguras y puedo seguir la lista…

Por eso las cosas por su nombre: violencias cotidianas o machismos cotidianos. Tengamos en cuenta que el hecho de no percibirlos, no quiere decir que sean menos peligrosos, muchas veces están ocultos detrás de actitudes o comentarios pasivo-agresivos en los que se te califica de tonta, inútil, floja, entre otros.

Considero que es un tema tan crucial para la sociedad en la que vivimos por cómo la hiperconectividad en la que vivimos nos ha permitido compartir experiencias y reflexiones con otras mujeres y ha puesto a nuestro alcance la identificación de estas acciones que antes era desconocido o minimizado.

Podemos ir desde cómo las violencias cotidianas van desde los roles de género al nacer, hasta la violencia política. Desde el ¿por qué un hombre en un espacio de toma de decisiones se “ganó” el puesto con el “sudor de su frente y su honestidad” y las mujeres seguramente “lo ganaron con su cuerpo o por su belleza”? (así se nos juzga diariamente).

Lo que no se habla, no existe, minimizar las violencias cotidianas les resta el enorme impacto que tienen, a largo plazo, en la vida de cada ser humano. Es por lo anterior que se insiste en educar con perspectiva de género, con planes enfocados en respeto irrestricto a los Derechos Humanos, en tener una cultura de paz y respeto por aquello que no es familiar a ti o con lo que simplemente no coincides.

Dejemos de minimizar y normalizar las violencias cotidianas y continuemos señalando aquello que nos hiere, que nos limita o nos violenta.

Pamela Ortega Medina