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Lo que los ‘me divierte’ sobre la desaparición del sumergible Titán dicen de nosotros
Puede que cuando estés leyendo estas líneas todo haya terminado y ya se conozca el destino del sumergible Titán y de sus cinco pasajeros, pero cuando escribo estas líneas, las esperanzas todavía viven y los decenas y decenas de rescatistas que peinan la zona de la desaparición a bordo de aviones, barcos y otros aparatos […]
Puede que cuando estés leyendo estas líneas todo haya terminado y ya se conozca el destino del sumergible Titán y de sus cinco pasajeros, pero cuando escribo estas líneas, las esperanzas todavía viven y los decenas y decenas de rescatistas que peinan la zona de la desaparición a bordo de aviones, barcos y otros aparatos estrechan el cerco sobre la zona donde se han escuchado ruidos de forma repetida desde el martes en la noche.
La historia es apasionante, para bien y para mal, claro. Me recuerda mucho al epopéyico y angustioso rescate de los 33 mineros chilenos en 2010, cuando las televisoras de medio mundo transmitieron en vivo unos esfuerzos que podrían haber acabado perfectamente en desastre.
La gran diferencia es que, aunque en aquella época ciertamente ya existía Facebook -el hit del momento era el juego FarmVille, cómo olvidarlo-, no habíamos caído en el cinismo y la desensibilización en la que buena parte de la sociedad está instalada hoy en las redes. Estos días parece inevitable ver una colección de ‘me divierte’ en las reacciones a las notas publicadas en redes sobre la desaparición del Titán y de su tripulación en aguas del Atlántico, unos 600 kilómetros al sureste de Terranova, Canadá.
Consideré desechar estas líneas porque, en realidad, la proporción de ‘me divierte’ sobre el total de reacciones no es tan elevado como yo creía; no suele ser la mayoritaria. Pero, es que, ¿en qué momento normalizamos el ‘me divierte’ como reacción aceptable a absolutamente todo? Creo que es sintomática de los procesos de desconexión y desensibilización que vivimos, y creo que eso sucede de forma especialmente agudizada en América Latina, donde la risa, real o fingida, se ha convertida en el arma más valiosa para perseverar en la lucha diaria.
Podríamos aceptar que la risa es, en realidad, una vengaza por el destino de la tripulación del Titán, pues todos ellos sin excepción eran personas evidentemente ricas. El viaje costó esta vez 250 mil dólares por persona, 100 mil más de lo que le costó el viaje hace solo un año al mexicano Alan Estrada, más conocido por su canal de YouTube AlanXElMundo, según relató él mismo en una conferencia de prensa este miércoles, que tuvo que conceder ante el alud de preguntas que le estaban llegando acerca de los videos del viaje que colgó en el canal en 2022.
La burla ante la desgracia ajena se ha convertido en una de las pocas armas, o más bien, herramientas, que las personas humildes, y ni siquiera tan humildes, tienen para lidiar con las desigualdades que el capitalismo, inevitablemente, causa y refuerza cada vez más. Es, descaradamente, un: Tu tienes una casa más bonita que la mía, vives con la seguridad que yo no tengo, puedes ocupar tu tiempo en cosas que ni yo puedo soñar, pero al menos, no te libras de que te abandone tu esposa o esposo, o no te libras de morirte. Y si es haciendo algo que yo nunca podré hacer, mejor aun, porque tu privilegio resulta ser tu condena.
Yo comprendo esta reacción, es muy humana y muy natural, y ante las desigualdades del mundo me cuesta condenarla, pero a la vez también nos habla de este cinismo en que el capitalismo y las desigualdades justifican la pérdida total de empatía por otro ser humano. Porque cuando una situación fortuita que ha de ser terriblemente angustiante, desesperante y desquiciante genera más risa y diversión que tristeza y solidaridad, es que algo se ha roto.
Pero, por supuesto, buena parte de la culpa de ello la tiene el sistema que, desde el primer momento, ha tratado de mantener a unos privilegiados y a otros agachados y condenados, que es el que generó estas reacciones en primer lugar. La empatía es uno de los pilares fundamentales de una sociedad funcional, y América Latina lleva demasiado tiempo sumida en la disfuncionalidad.
De un modo u otro, la falta de empatía de mucha gente hacia estos ricos que pueden haber sufrido el peor destino a bordo del sumergible Titán es la misma falta de empatía por la persona que ofrece productos a diez pesos en el metro, hacia la que pide una moneda en un restaurante de la Condesa y hacia el viandante que camina sin paraguas en medio de una tormenta al lado de los charcos que pisan sin piedad los coches.
Al final, estos ‘me divierte’ solo son una pequeña muestra más de esta falta de empatía, transformada a menudo en indiferencia, que es el mecanismo en que millones y millones de personas se refugian en América Latina para tratar de salir adelante en medio de la violencia, el caos y la corrupción que coartan sus vidas. Que coartan nuestras vidas; la mía también.