Milei

Argentina, ante el falaz encanto de la extrema derecha

Es un patrón que se repite. Cuando Javier Milei habla de “la casta” que “tiene miedo”, puedo escuchar a Donald Trump diciendo que, si llegaba a presidente iba a “drenar la ciénaga” de Washington. El discurso anti-establishment, venga de la izquierda o de la derecha, es siempre el mismo, y lo peor de todo es […]

Marcel Sanromà 19-10-2023 / 20:42:55

Es un patrón que se repite. Cuando Javier Milei habla de “la casta” que “tiene miedo”, puedo escuchar a Donald Trump diciendo que, si llegaba a presidente iba a “drenar la ciénaga” de Washington. El discurso anti-establishment, venga de la izquierda o de la derecha, es siempre el mismo, y lo peor de todo es que parte de una crítica perfectamente legítima: La clase política predominante le falla a la gente humilde.

Argentina celebra elecciones presidenciales este domingo 22 de octubre -o al menos, la primera vuelta- en medio de una crisis económica que dura ya más de 20 años y que en los últimos meses ha empeorado, con una inflación que se disparó en su último dato, ofrecido el 12 de octubre, hasta casi el 140% anualizado, una cifra que se acerca peligrosamente al número 1 del mundo, a medida que Venezuela recorta poco a poco sus escalofriantes datos. Entre enero y septiembre, el país caribeño sumaba un 158% de inflación acumulada, por el 103% de Argentina en el mismo periodo.

Entre tanto, sobrevuela permanentemente el escenario noticioso argentino el Fondo Monetario Internacional (FMI). Solo en agosto, el Fondo anunció que concluía la “quinta y sexta revisión del Servicio Ampliado del Fondo a 30 meses de Argentina”; es decir, una nueva renegociación de los pagos de lo que Argentina le debe al FMI.

Esta crisis genera una evidente y comprensible desesperanza económica que, desde luego, no comenzó con la llegada al poder de Alberto Fernández tras ganar las elecciones de 2019. Durante el mandato previo, el neoliberal Mauricio Macri tuvo exactamente los mismos problemas económicos, aun sin la crisis de la pandemia de COVID-19 de por medio. Y el doble mandato de la izquierdista kirchnerista Cristina Fernández (2007-2015), estuvo plagado por la misma crisis. De hecho, podríamos echar la vista atrás hasta los tiempos del expresidente Fernando De La Rúa y el Corralito de 2001 para encontrar el origen de la situación actual.

En este contexto de desazón y de desesperanza, tras gobiernos tanto de izquierda como de derecha que han fracasado en el propósito de resolver la crisis económica e inflacionaria de Argentina, la extrema derecha encuentra el caldo de cultivo perfecto. Así, en agosto, Javier Milei agarró al país por sorpresa y venció en las elecciones primarias PASO, el peculiar sistema argentino de voto obligatorio para la elección de binomios presidenciales.

El líder de la extrema derecha obtuvo entonces el 29.86% de los votos, casi el doble del 16.81% de los sufragios que logró la opositora Patricia Bullrich, candidata de la ecléctica alianza Juntos por el Cambio, heredera de la coalición que lideró Macri para ganar las elecciones de 2015. En tercer lugar, quedó Sergio Massa, el actual secretario de Economía argentino, que representa al oficialismo en los comicios. Massa obtuvo el 21.43% de votos en las primarias, anque las últimas encuestas apuntan a un repunte, e incluso hay quien lo coloca por delante de Bullrich en esta primera vuelta.

Pendientes de si las encuestas aciertan o no con las opciones de Massa, la elección del domingo parece un debate entre si Argentina caerá en manos de la derecha o de la extrema derecha. De por sí, esto ya son muy malas noticias, pero, aun con todo, tanto para Argentina como para América Latina en general sería una gran noticia que quien saliera vencedora fuera Bullrich y no Milei.

El candidato ultra horrorizó a muchos en agosto en un video viral en redes en que proponía eliminar casi todas las actuales secretarías del gobierno, desde la de Educación hasta la de Mujeres, pasando por Tecnología e Innovación, Deporte, Género y Diversidad, Obras Públicas e incluso Salud. Esto fue una clara demostración de su espíritu libertario, o, al menos, pretendido espíritu, porque, en realidad, en nada se apega a la defensa de la libertad individual su oposición al aborto -incluso en casos de violación-, o su rechazo a la educación sexual en las aulas. Más comprensible es su defensa del derecho a portar armas, que, de materializarse, amenazaría en sumir a una Argentina ya de por sí fracturada en terreno fértil para la violencia.

Aun con todo, es comprensible el atractivo de Milei para millones de argentinos decepcionados, frustrados y enojados con los políticos y políticas que les han fallado repetidamente, como ya sucedió en Estados Unidos con Trump o en Brasil con Jair Bolsonaro. Del primero, parece que Milei incluso ha tomado el cabello estrafalario, plasmado en unas llamativas patillas sacadas de 1970. En cualquier caso, el atractivo y las promesas de Milei son una farsa: Trump no cambió absolutamente nada para bien durante sus años en el gobierno, y lo mismo se puede decir de Bolsonaro. Lo único que ambos países sacaron de sus experimentos ultra fue más división, erosión de las instituciones y una nueva frustración que sumar al historial de fiascos políticos.

Milei es el claro favorito para estas elecciones, de eso no hay duda. Las esperanzas deben quedar ahora puestas en que el ultra no logre más del 45% de los votos ni le saque más de diez puntos a Patricia Bullrich o a Sergio Massa. Así, se forzará una segunda vuelta en noviembre en las derechas moderadas deberán unirse a las izquierdas, o las izquierdas deberán unirse a la derechas moderadas, para evitar que Argentina trace un oscuro camino que quien sabe dónde terminaría. Y es que Milei ha negado reiteradamente el terrorismo de Estado de la dictadura militar, un umbral intolerable de cruzar para un país que ya ha sufrido tanto por culpa de la extrema derecha.

Marcel Sanromà